Golpean la puerta principal, sus manos tiemblan pues sabe que no es lo único que golpearán esta tarde, él, el dragón que echa fuego por la boca y por los puños viene de nuevo a su territorio con los ojos cargados de ira.Abre la puerta con el miedo en los poros y por su puesto una sonrisa forzada que le evita llorar.
Sus miradas no se cruzan, no se tocan, sus miradas ya no se aman, el dragón se sienta a la mesa pero la cena aun no está lista pues había mucho trabajo en casa hoy, seguro él esperará paciente.
Ella, mientras, se mueve como n trompo por la cocina para darle al amo lo que pide entonces sus manos se vuelven insuficientes pero… Seguro él esperará paciente.
De un momento a otro, de las manecillas del reloj, sus ojos se tornan rojos, sus venas cada vez más grandes y sus puños más amenazantes. Su venenosa lengua comienza a despedir ponzoña, de su boca salen navajas que la hieren en los huesos.
Ella, tan linda, se despide una vez más de su fuerza y su valor, y mientras pone la mesa una lágrima cargada de dolor… cae… y es aquí en este preciso momento donde esa sola lagrima es un detonante y pues no hay remedio que golpear a la fémina que le pertenece por derecho.
Aquel rostro de niña con daños por los años, otra vez está siendo amenazada por un par de cobardes manos, que se abren para lastimar, que se empuñan para herir, su cabello le resulta muy bueno para poner su cara contra la pared, solo recordándole quien manda.
Cierra los ojos mujer, no veas que te ven, tus crías te ven y sus miradas duelen un poco más que los golpes.
Con la adrenalina corriendo por sus venas hace un último movimiento y deja caer sobre la cama el débil cuerpo.
Seguro mañana las escaleras tendrán la culpa de esto.
El dragón huye triunfante, cobarde.
En casa no hay más que calma, todo es silencio y ella encontró al fin un lugar seguro. En su habitación solo se escuchan las lágrimas que queman cuando caen en la pulcra almohada.
Ha pasado un par de horas mojando su cama y sus ojos se cierran, está tranquila porque duerme, el dragón no vuelve a casa, todavía.
Es media noche y golpean la puerta una vez más, con delicadeza y cuidado, ella abre sus cansados ojos y la calma se esconde bajo la cama.
El dragón irrumpe en su lugar seguro, no hay barreras para el macho. Se acerca cariñoso y con olor a perdición, la besa con tanta pasión que asfixia, ella lo empuja hasta con la mirada, no ésta noche.
Y entre besos y caricias que duelen hace su gran hazaña, penetra su cuerpo sin permiso, mata su alma de a poco con su hombría.
Él no ve, no escucha y no siente, él ahora solo duerme.
Ella no ve, no escucha y no siente, ella ahora solo muere.
La noche para él se vuelve corta, para ella se vuelve eterna.
El dragón despierta con el sol y siente grande su cabeza pero no recuerda que pasó anoche, voltea su pesado cuerpo pero su princesa está diferente hoy, le ha quitado la respiración.
El maldito, el desdichado dragón se ha quedado sin princesa en su castillo, sin princesa que custodiar, ahora el dragón solo se lamenta y el frio de sus lágrimas no pesan sobre ella, pide perdón y no es escuchado, la besa en la frente y toca sus manos.
La calma sale de debajo de la cama.
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