lunes, 21 de abril de 2014

¿Que ves?

Una mañana normal, ruidos de vecinos y carros, de bocinas y perros, ella  despertó un poco malhumorada e irritada, sin saber porque pero ya era normal, siempre la misma rutina; saltaba de  la cama y se veía un par de segundos en un gran espejo de pared que estaba junto, nada importante.
Pero ese día algo extraño sucedió, se quedó viendo fijamente al espejo así, como viendo recuerdos en la nada, en el fondo mamá tan tierna gritaba: "Ya está el desayunooo" ella, no escuchó pues seguía viendo con su mirada perdida el despeinado reflejado, de repente...
Todo a su alrededor se detuvo y una niña muy hermosa apareció en el espejo, ninguna reaccionaba, solamente se observaron la una a la otra, fijamente, casi sin parpadear.
Hubo un silencio profundo, pareciera que todo estaba vacío, mamá cesó de llamar a la mesa, solo estaban ella y esa misteriosa niña en el espejo.
La niña, esa del espejo, al ver la mirada de ella comenzó a llorar desconsoladamente como si algo terrible pasara, ella con mucho temor y voz temblorosa se atrevió y preguntó: ¿Qué pasa, porque lloras?
La pequeña secó sus lágrimas y dijo: ¿que a caso no me conoces? ¿que no puedes ver mis ojos, no ves nada en ellos?
Ella, detenidamente vio a los ojos a la niña en el espejo y sin ninguna razón aparente lagrimas tan grandes como gotas de lluvia comenzaron a rodar por sus mejillas, ella trataba de secarlas pero salían de sus oscuros ojos sin control y es que al ver esos ojos había tanto dolor en su pecho que era imposible contenerlo, cayó de rodillas y lloró...
Luego de un mal rato de llanto, con temor a que la pequeña del espejo ya no estuviera al levantarse del suelo miró el espejo una vez más y después de un par de parpadeos allí estaba de nuevo.
La niña al verla dijo: ¿Ves, ves porque yo lloraba tanto, ves porque mi dolor? ¿Acaso reconociste tus ojos en mis ojos?
Ella aun con restos de llanto en su pecho logró decirle a la tierna nena: lloré porque vi en tus ojos inocencia, pureza, paz y amor, lloré porque vi en esos ojos.... ay! vi en esos ojos a Dios.
La niña del espejo con sus ojos brillantes y a punto de explotar en llanto pero con una sonrisa gigante en su rostro, preguntó: ¿Sabes quién soy?
Ella sin miedo a equivocarse respondió: Sí, eres yo!
La niña sonrió una vez más diciendo: se que fue lo que viste en mi, viste una niña feliz, viste que no hay en mi ni una sola gota de maldad, lloraste porque sabes que en ti no hay nada de esto, que solo hay amargura, alegrías pasajeras, rutinas, vicios, reproches, rencor, odio hacia ti misma, sueños rotos y esa maldita distancia de Dios.
Ella sintió ese nudo que la ahogaba, apenas podía respirar y una dulce voz, la más dulce que haya escuchado, susurró: No estés triste, yo te amé desde antes de nacer, yo soy tu Dios.
La niña del espejo con tristeza en su mirada preguntó: Dime, ¿estás orgullosa de lo que eres ahora? ¿ Por qué ya no hay inocencia y pureza en ti? hay demasiada basura en tu alma, verdad!
En ella, el llanto no cesaba y desde lo más profundo de su alma hizo un pacto con esa niña del espejo, con ella misma diciendo: Apartaré de mi la basura del mundo, todo lo que me contamine, lucharé día a día para que esa dulzura y santidad del Dios mismo se refleje en mis ojos una vez más y no habrá fuerza que me separe de EL.
Después de esto la niña del espejo desapareció y nunca, nunca más la volvió a ver, al menos no como a una niña.




Dios te llama a ser como El pero también te llama a ser como un niño, a tener pureza y santidad en tu alma, a reflejar al Dios de amor en tu mirada.
Y dijo: De cierto os digo, que si no os volveis y os haceis como niños, no entrareis en el reino de los cielos.- Mateo 18:3